La pérdida de la vista tiene un gran impacto en las personas que la experimentan y esto puede alterar su calidad de vida y bienestar emocional. Este proceso implica una serie de cambios emocionales y cognitivos que pueden ser desafiantes.
La adaptación a una nueva realidad, en donde la visión es limitada o ausente, puede desencadenar una serie de respuestas psicológicas que varían de persona a persona. Lo anterior depende en gran medida de cada individuo y el contexto en el que se encuentra.
Una de las respuestas más comunes es el duelo. La pérdida de la visión puede percibirse como una pérdida similar a la de un ser querido y esta puede desencadenar procesos como la negación, ira, negociación, depresión, y aceptación.
Durante estas etapas, las personas pueden experimentar sentimientos de desesperanza, tristeza profunda, y frustración. La negación puede impedir que la persona busque ayuda o comience a adaptarse a su nueva vida, mientras que la aceptación es vital para iniciar el proceso de adaptación.
Esta pérdida también puede afectar la autoestima y la autoimagen. En este caso, la capacidad de realizar actividades cotidianas de manera independiente se vuelve complicada, lo que puede llevar a sentimientos de dependencia y vulnerabilidad.
Esto también puede afectar la confianza y la percepción de la valía personal. Las personas con pérdida de visión pueden sentirse socialmente aisladas, lo que agrava aún más el impacto psicológico al limitar sus interacciones y conexiones con los demás.
Sin embargo, es importante destacar que, con el apoyo adecuado y la implementación de ciertas estrategias de adaptación, las personas pueden aprender a adaptarse y sobrellevar los retos relacionados con la pérdida de la vista.
Por otro lado, las intervenciones psicoterapéuticas, como la terapia cognitivo-conductual, pueden ser efectivas para ayudar a los individuos a reestructurar sus pensamientos negativos y desarrollar habilidades de afrontamiento.
Además de lo anterior, el acceso a varios recursos como los dispositivos de asistencia visual, algunos programas de rehabilitación, y los grupos de apoyo, pueden mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad visual.